Para muchas personas, los peluches no son solo un recuerdo de la infancia, sino un objeto que sigue acompañándolos en su vida adulta. Max Genecov doctor en psicología clínica en la Universidad de Pensilvania, reconoce que siempre ha tenido peluches y que incluso sigue usándolos para dormir. “Simplemente creo que son cosas bonitas que tienes”, comenta.
Un vínculo que perdura
Su caso no es único. Durante la pandemia, las ventas de peluches crecieron significativamente, y en 2024 se estimó que el 21% de estos productos fueron adquiridos por adultos mayores de 18 años, según Juli Lennett, asesora de la industria del juguete en Circana. Empresas como Build-A-Bear incluso han creado secciones específicas para adultos, y estudios revelan que más de la mitad de las personas conservan un peluche de su infancia. Para algunos, estos objetos ofrecen una sensación de seguridad y bienestar. La psicóloga del sueño Jade Wu se pregunta si el aumento en su uso se debe a una mayor necesidad de consuelo ante la incertidumbre. Además, para quienes viven solos, un peluche puede proporcionar la calidez de un acompañamiento nocturno. Una herramienta terapéutica
Más allá del apego sentimental, los peluches también han encontrado un espacio en la terapia psicológica. La terapeuta Jessica Lamar, quien trabaja con adultos que han experimentado trauma, los usa como un recurso para ayudar a sus pacientes a reconectar con su niñez.